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Valencia, California
Studying scripture and preaching the Word to draw us into deeper understanding and more faithful discipleship.

Friday, March 14, 2008

Lucas 23:32-49

También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. 34 Padre dijo Jesús--, perdónalo, porque no saben lo que hacen. Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre si la ropa de Jesús. 25 La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de el. –Salvó a otros—decían--; que se salve a si mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido. 36 También los soldados se acercaron para burlarse de el. Le ofrecieron vinagre 37 y le dijeron –Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Resulta que había sobre el un letrero, que decía: <>

39 Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo. --¿No eres tu el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! 40 Pero el otro criminal le reprendió: --¿Ni siquiera temor de Dios tienes aunque sufres la misma condena? 41 En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delito; este, en cambio, no ha hecho nada malo. 42 Luego dijo: --Jesús, acuérdate de mi cuando vengas a tu reino. 43 –Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso—le contestó Jesús.

44 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedo sumida en la oscuridad, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 46 Entonces Jesús exclamó con fuerza: --¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, expiró. 47 El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: --Verdaderamente este hombre era justo. 48 Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se quedaron mirando desde lejos.

Cuando la maldad empieza a tener poder, se añade a si misma. Agarra cada pecado, cada pedazo de odio, de flojera, de apatía, de arrogancia, de vicio, y añade más y más fuerza a si. Es como si la maldad necesitara comer, y si no hay comida, se pone bien débil, aun enferma, pero cuando hay la comida de nuestros pecados, se mejora y se pone más fuerte todavía. Y lo mas fuerte que es, lo mas difícil de resistir. Así nos encontramos con la maldad y le llevo a Jesús a la cruz. Primero fueron los sacerdotes que se enojaron con el. Acuérdense de que solo una semana antes, cuando Jesús entró a Jerusalén, todo el mundo estaba allí celebrándole cantando: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Hace una semana y era héroe, todos se congregaron al templo para escuchar sus enseñanzas, para estar a su lado, en su presencia, pero ahora, en el día de su muerte, todos están en contra de el, burlándose de el, gritando ¡crucifícalo! ¡Crucifícalo! Primero los gobernantes, después los soldados, y aun el condenado—todos se burlaron de Jesús. Todos recogieron el contempt, la arrogancia, y dejaron la compasión, cerraron sus ojos, taparon sus oídos. Y así es con la maldad. Quizás no hay tanta tentación cuando estamos nosotros solos, pero cuando otro participe, se hace más fácil para nosotros. Uno dice ¡crucifícalo! Y otro ¡crucifícalo! Oye otra a los otros 2 y ella también, ¡crucifícalo! Y de repente todos están jeering ¡crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Ya no escuchan al maestro conocido, ya no se sienten el toque de el que hace milagros, ya no ven la cara de cariño que les amo en su necesidad. Se han montado en el tren de maldad y allí van corriendo.

Y luego bajita en el principio, se oye una voz. ¡Cállate! ¿No lo ves? Somos nosotros los malos. Los insultos pertenecen a nosotros. Somos tu y yo que no podemos salvar a nosotros mismos. El si. Solo el puede. Y allí en la cruz, vemos a un criminal arrepentido—como el niño en una clase que ve la locura de los demás, las travesuras, y pide perdón de la maestra, por todos aquellos y por el mismo y como ha desobedecido en el pasado. Lamenta este criminal como un niño. “Lo siento Señor, se que no lo merezco, pero acuérdate de mi. Reconozco quien eres y no quiero estar sin ti otra vez. Déjame quedarme contigo Jesús.”

Cuando tomamos la santa cena, la pastora dice “el cuerpo de Cristo—quebrado por ti.” “La sangre de Cristo, derramado por ti.” Lo que no podemos negar cuando miramos hacia la cruz es que el cuerpo de Cristo fue quebrado. Lastimado. Herido. Rasgado. El cuerpo de Cristo sufrió y endureció lo más feo y dañino que uno puede. Allí en la cruz sufrió el Rey de reyes y Señor de señores. Y no lo hizo por el mismo. Lo hizo por ti y por mi, por todos que han vivido, todos que viven, y todos que han de vivir. El cuerpo de Cristo, quebrado y dado por ti. La sangre de Cristo, derramada por ti. La sangre de Cristo que goteaba de su freno, de sus manos, de su espalda, azotada, de sus piernas y pies, y de su pecho cuando fue apuñalado por el soldado.

La sangre de un ser humano, el único perfecto. El hombre y Dios en uno, el Rey de reyes y señor de señores. Esa sangre se convirtió en la bebida de vida. El vino ofrecido domingo tras domingo por el mundo—al hombre, a la mujer, a los jóvenes, y a los niños. La sangre de Cristo derramada por ti.

Cuando tomamos del pan y del vino, debemos recordar con pena el sacrificio, el dolor, el sufrimiento que paso Jesús. Cristo Jesús, el Rey, el Señor, el hombre perfecto. Dios mismo, sufrió para nosotros. Lo escogió porque sin la perfección suya no se cubre todo fallo. No se logra el reino de Dios. Sin perfección el perdón no puede ser abundante. Solo la perfección puede corregir todo mal. Si no tenemos a la perfección, siempre nos quedamos en “casi”. Casi perdonados. Casi en el reino de Dios. Casi cubiertos. Casi sanados. Solo con 100% perfección se logra, se corrige, toda corrupción. Solo con 100% perfección conquista maldad, muerte, y el pecado. Por esto necesitamos a Cristo—el es la perfección de Dios que nos corrige, que conquista nuestros pecados, que nos limpia, y que nos salva. Solo con 100% perfección se logra a la promesa de Dios. Y por Jesús se cumple no solo perfección para el, pero nos ofrece el camino hacia la perfección para nosotros.

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