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Valencia, California
Studying scripture and preaching the Word to draw us into deeper understanding and more faithful discipleship.

Saturday, July 7, 2007

Galatas 6:1-10
1 Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, si descubren que alguien ha pecado, deben corregirlo con buenas palabras. Pero tengan cuidado de no ser tentados a hacer lo malo.2 Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo. 3 Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo.4 Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás.5 Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta. 6 El que esté siendo instruido en el mensaje de Dios debe compartir con su maestro todo lo bueno que reciba. 7 No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado.8 Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna.9 Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo.10 Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo.

Cuando mi novio de la secundaria se graduó, uno de los que habló durante la ceremonia dijo, “No podemos orar aquí porque es una escuela pública, pero si yo orara, yo diría….” O sea, oró sin nombrarlo como oración. Lo llamó un discurso, pero fue la oración. Hoy, les voy a predicar, pero la predicación es como si fuera la carta de Pablo a nosotros hoy en día. La he amplificado y quiero que la escuchen como cartita para nosotros. Mejor dicho, si Pablo no escribiera una carta, así diría:


Amigos míos, si alguien ha pecado, los que han recibido del Espíritu deben restaurarle en el espíritu de humildad. Si hay alguien que tiene dificultades en seguir en el camino, deben ayudarle. Los que conocen bien cómo manejar los obstáculos del enemigo, deben ayudar a los demás. Y la ayuda que ofrecen no debe ser la del castigo. La ayuda debe ser humilde, debe venir del amor y de la gracia. La ayuda que ofreces debe venir de bondad y del querer compartir lo que has aprendido tú en tu propio jornada de fe.

Tengan cuidado que no sean tentados ustedes. Regresar en el camino donde está el otro a veces significa que vamos a pasar por los obstáculos que ya hemos superado, ¡tengan cuidado que no se caigan otra vez! Fíjense en el camino y la obra que tienen por hacer y no en los obstáculos que hay para distraerte. También, tengan cuidado que no sean orgullosos del poder ayudar, que están más adelantado en el camino. Tú no tienes más ni has caminado mas en las cosas de Dios por tu propio poder, solo lo has hecho por la gracia de Dios. No se caigan en la tentación de jactarse.

Hermanos y hermanas, cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ya que nos hemos bautizado en la iglesia de Cristo, nos hemos convertido a una parte del cuerpo—no somos separados ni aislados, somos unidos, y así cuando ayudamos al otro, ayudamos al cuerpo entero, aun, nos ayudamos a nosotros también. Acuérdense de que cuando ayudamos a los demás, estamos obedeciendo a las leyes de Cristo. ¿Qué fue la ley más importante? ¿La ley de todas leyes? San Mateo lo cuenta así: "Ama a tu Dios con todo tu corazón; es decir, con todo lo que piensas y con todo lo que eres"39 Y el segundo mandamiento en importancia es parecido a ese, y dice así: "Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo". (Mateo 22:38-39). Cuando nos ponemos a ayudar, cumplimos con la ley de Cristo—amamos al prójimo o a la prójima, y amamos a Dios.
Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo. Esto queda claro—como dijo Pablo en Romanos 5, según lo que vimos la semana pasada, no debemos creernos más alto que somos. Debemos vernos con humildad. Y en todos momentos, debemos acordarnos de que todo lo que hacemos, hacemos por la gracia del Señor.


Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás. A veces tenemos la tentación de compararnos con los demás, de sentirnos bien porque se ve que otra no va muy bien. Creemos que el fracaso del otro nos eleva a nosotros. Si otro está en este (bajo) nivel, y nosotros estamos en el otro (más alto), hay ocasión donde nos hemos visto mejor por estar en nivel más alto. Pero Pablo nos hace recordar que no debemos compararnos con los demás, pero con nosotros mismos.

El otro día, estaba cenando con mis padres y mi hermano. Mi padre nos preguntó: “¿Cómo se define la fe? Y ¿se puede decir que ‘yo tengo más fe que tú’?” Yo le di la definición de fe que viene de hebreos: “La fe es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo.” La fe define por la esperanza, por la seguridad en lo desconocido. Y yo creo que sí podemos decir que uno tiene más fe que otro, se puede ver en ciertos casos que una persona está más segura de lo que no se puede ver; que está más convencida de lo desconocido. Entonces, sí, se puede decir que tiene más fe, pero a la vez, debemos tener cuidado en decir algo así. No lo debemos decir por jactarnos ni para sentirnos importantes. Si vamos a comparar debe ser para elevar al otro y no a nosotros mismos, o si somos el o la con menos fe, debemos comparar no para sentirnos mal por lo que no hemos hecho o lo que no somos, pero para ver las posibilidades de la fe. Entonces, debemos examinarnos a nosotros para ver cómo vamos en nuestra relación con Dios, en nuestra jornada de fe.

Y cuando nos examinemos, debemos recordar que cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta. El hermano Ben no tiene responsabilidad por lo que he hecho. Ringo no tiene responsabilidad por las acciones de Carmen, ni Ashlee por las de Olvin. Cada uno tiene responsabilidad por sus propias acciones. Antes, les dije que debemos ayudarnos unos a otros, y es verdad. Pero ayudar no significa tomar la culpa por otro u otra. Ayudarnos unos a otros significa que debemos corregir, instruir, y guiar a los demás para que no pequen y para que crezcan en la fe. Pero cuando tiene que ver con nuestros hechos, debemos tomar la responsabilidad por lo que hemos hecho.

El que esté siendo instruido en el mensaje de Dios debe compartir con su maestro todo lo bueno que reciba. Debemos compartir las frutas con los que nos dan la fruta a nosotros, a los que nos alimentan con enseñanza. Debemos seguir sembrando buena semilla donde produce buen fruto. (pero una advertencia, no comparto esto para que me den a mi. Se lo digo porque es bueno entender que tenemos que cuidar y ayudar a los que nos ayudan a nosotros. No debemos olvidarnos de ellos.)

Hace más que un mes ya, estaba en el Starbucks escribiendo un sermón para el domingo. Me acercó un hombre y me saludó. Le saludé y le pregunté como estaba. Me dijo que estaba pasando por un tiempo difícil, que había tenido un accidente del carro y que no tenían dinero por comida ni para el hotel. Yo lo llevé a la iglesia para recoger comida del pantry y una tarjeta de Stater Brothers. También le di dinero para el hotel. El vino al culto el domingo y nos platicamos el miércoles siguiente. El miércoles cuando hablamos, me dijo que él y su novia tenían algo para la iglesia si podía pasar yo. Yo pasé por el hotel y me dieron un sobre. No lo abrí en aquel momento, solo les hablé y los llevé al banco. Allí me despidieron y yo me fui. Después, cuando abrí el sobre, había un cheque. Era escrito por mucho dinero, más que esperaba de esta pareja que ni siquiera podía comprar el desayuno una semana antes. Y con el cheque, había una carta que dijo—“Gracias por su ayuda. Nos apoyaron por una tormenta en nuestras vida y les agradecemos. Aquí les mandamos este dinero porque queremos sembrar buena semilla donde hay buena tierra.” Debemos ser como estos hermanos en la fe—sembrando en buena tierra para buena cosecha—dando a los que han dado a nosotros—haciendo todo para que Dios sea glorificado más y mas.

No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Fíjense que Dios sabe de todo. Si Dios sabe cuántos pelos tenemos en la cabeza, también va a saber lo que estamos haciendo. A veces, no sé por qué, creemos que Dios no sabe lo que está pasando. Creemos si no lo decimos a Dios, que Dios no lo va a saber.

Mi hermano tiene una perra que es bien listita. Y ella sabe si ha hecho algo mal. Y nos parece que ella cree que si no nos puede ver a nosotros, que nosotros tampoco podemos ver a ella. Entonces si hace una travesura, intenta no mirarnos para esconderse. Pero la vemos, sabemos lo que está haciendo. Así es lo mismo con Dios, a veces creemos que si no le miramos a Dios, no nos verá a nosotros, pero sí Dios nos ve y sabe lo que estamos haciendo. Entonces no debemos engañarnos, ni intentar engañar a Dios, porque no podemos engañarle a Dios. No podemos escondernos de Dios.

Cuando hacemos algo, debemos reconocer que cada uno cosechará lo que haya sembrado. No podemos cosechar manzanas del naranjo, ni naranja del manzano. Cosechamos de lo que sembramos. Manzano produce manzana y naranjo produce naranja, de tal manera que mal produce mal y bien produce bien.

Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna. Los pecados producen, de una manera, la muerte. O sea, la muerte es resultado de los pecados. Pero obedecer el Espíritu nos ofrece vida eterna. O sea, la vida eterna es resultado del seguimiento del Espíritu. Si queremos sembrar los pecados,si queremos seguir los deseos de la ternura, vamos a cosechar las consecuencias--la muerte. Pero si sembramos del Espíritu, vamos a cosechar las frutas del espíritu, vamos a tener las frutas de paciencia, compasión, humildad, gracia y más.

Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo. Entonces, no debemos cansar del trabajo porque si estamos sembrando lo bueno, el Espíritu, va a ver buena cosecha. Sí, quizás tardará más que esperamos, pero sí habrá cosecha de Dios. Si hacemos más bien, más frutos del Espíritu Dios nos regalará. Pero los regalos de Dios vendrán en el tiempo Kairos—no en el cronos—que es marcado por el reloj—el Kairos es el tiempo de Dios y así es más allá de la comprensión nuestra. No podemos saber cuando será—pero confiamos, tenemos fe, en que Dios va a cumplir con su palabra—va a ofrecer buena cosecha.

Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo. Como ya hemos visto, los que tenemos al espíritu tenemos la posibilidad de ayudar a los que han caído a la tentación. Tenemos la capacidad de ayudar a los demás y en ayudar, estamos cumpliendo con las leyes de Cristo—las leyes de amor. Y sabemos que lo que sembramos, cosecharemos—entonces en todos momentos debemos sembrar lo bueno para luego cosechar el buen fruto.

Sunday, July 1, 2007

EL Centro

Romanos 12:3-8

Por el último ano, he trabajado como voluntaria en El Centro. Es un lugar donde usan los caballos por terapia por los niños incapacitados. Casi todas las semanas, yo paso 2 horas por la mañana los sábados haciendo lo necesario. Cuando empecé, lo que hacía fue limpiar el abrevadero, sacar la mugre, y llenarlos de nuevo, o limpiaba el abono de los pastos. Después de unas semanas, me permitieron trabajar con los estudiantes. Aprendía lo básico solo por hacerlo. Trabajaba con un niño con parálisis cerebral severo. No tiene poder de su propio cuerpo. Su cabeza cuelga del cuello, y no tiene la fuerza para mover los brazos y las piernas mucho. Entonces, cuando monta el caballo, requiere que haya una persona a cada lado para mantenerlo en el caballo. También requiere que haya una persona que guie el caballo, y también hay un maestro que facilita la clase.

Después de unas semanas mas, empecé a trabajar con otros estudiantes, uno con autismo, unos otros con parálisis cerebral poco severo, y otros que tienen dificultades que no se puede nombrar por la vista. Con tiempo, aprendí a atender a los espasmos de los muslos, las pataletas, y otras dificultades del pensar. Cuando no entiendo algo, tengo que preguntar. Y a veces, cuando fallo, me hacen recordar o aun me reprochan, los otros voluntarios. No me ofendo por sus palabras porque estoy allí para ayudar—y si significa que necesito cambiar mis acciones, esta bien. Estoy allí para ayudar, si. Pero también estoy para aprender, y para mejorarme como voluntario, y para hacerme mas capaz y poder ayudar más a los estudiantes al Centro.

Hay jerarquía limitada. Hay la jefa, Sonya, y hay 3 maestros. Si ellos dicen alguna cosa, es la regla. Pero también hay un montón de voluntarios—tienen de los 8 hasta los 60 y pico años de edad. Algunos tienen más conocimiento de los caballos, y otros con mas conocimiento sobre las incapacidades. Muchos de los sabios son niños. Ellos llevan años con los caballos o años trabajando allí al Centro, y saben que y como hacer las cosas. No es anormal que recibo órdenes o instrucción de un niño con apenas 10 anos. Y hay otros días que se siente uno que somos los ciegos guiando a los ciegos. Estos son los días que yo superviso a los que limpian los pastos, o que yo soy la voluntaria con más conocimiento.

Ya a la primavera yo era parte normal de la rutina de los sábados. Trabajaba con ciertos niños cada semana. La gente me conoció por nombre, y generalmente por las capacidades que tengo también. Me usaron donde podían. Me sentía bien allí. No solo pude hacer algo que valía la pena, pero me encantaba lo que hacía Y me convertí en una de las voluntarias por la cual pidieron los maestros. Me necesitaban. Ya no pasé la mañana limpiando los pastos. Me quisieron por trabajo más importante que parecía más importante. Me pidieron ayuda por las clases y me extrañaron cuando no estaba. Después, con las cosas de la cuaresma y la pascua, ya no pude ir. Por casi 2 meses no fui. Les había dicho que no iba estar, lamentando mi propia ausencia, y les prometí que regresaría tan pronto como pude.

Cuando regrese en mayo, me sorprendió que no yo era tan importante como había creído. Los otros voluntarios estaban haciendo lo que había hecho yo. Otra gente les mantenía a los estudiantes, ayudaba ensenarlos, o los miraban en el progreso. Claro, la gente se acordó de mi, aun se acordaron de mi nombre. Pero me mandaron a los pastos otra vez. Me dieron la bienvenida con entusiasmo, pero otra vez tenía el trabajo de limpiar los abrevaderos y sacar el abono. Me disgustó un poco que fue tan fácil encontrar otro para mi puesto. Es decir, yo me había sentido importante. Me necesitaban. Pidieron por mi específicamente y después, en mi ausencia, encontraron a otros que pudieron hacer el trabajo. Al pensarlo bien, no es una sorpresa. Que iban hacer? Tenían que cumplir con el trabajo. Los estudiantes seguían yendo y todavía necesitaban ayuda para montar el caballo. Entonces, si estuviera yo o no, esto no fue la cosa más importante. Claro, me extrañaron, pero tenían que entrenar a otros para hacer lo mismo. Yo no fue irremplazable. ¡Qué pena!

Ahora bien, que tiene esto que ver contigo? ¿o con la iglesia? ¿o con la biblia? Como se relaciona los caballos con la jornada de fe? ¿Qué te dice a las preguntas teológicas? Mientras que pensaba en esta situación, yo vi muchos paralelos a la jornada cristiana dentro de la iglesia. En primer lugar, todos empezamos al mismo nivel. Cuando empezamos en la iglesia, empezamos con lo sencillo. Los saludamos unos a otros, traemos una comidita, oramos, cantamos juntos con los demás. Nosotros hacemos las cosas que todos hacen. Empezamos paso por pasito. Hacemos las cosas que no se puede hacer mal, pero que hay que hacer. Después, mientras que aprendemos más habilidades, quizás seremos la liturgista, ensenaremos la escuela dominical, seremos el o la líder de un grupo pequeño, coordinamos un programa, o seremos parte de un comité. A veces nos instruye una persona, que por la edad no es mayor, pero de todos modos sabe más que nosotros. En otras oraciones, seremos como los ciegos guiando a los ciegos, no sabemos mucho de la oración o de la biblia, pero ofrecemos lo que sí conocemos con la esperanza de que le ayudará a la otra persona.

Y con tiempo, nosotros nos mejoramos. Ya podemos hacer cosas más difíciles. Nos dan más responsabilidad y mas libertad. A veces nuestros mentores son los que son más jóvenes que nosotros. Aprendemos de los que están alrededor. Nos ensenan, nos corrigen cuando nos equivocamos. Nos ensenan herramientas nuevas, y nos hacen recordar de la manera correcta de hacer la cosa. Por la gran parte, somos iguales. Y si, a veces somos los ciegos guiando a los ciegos. Alguien con solo un poco más experiencia que el otro será la que nos enseña. Pero, como dijo un sabio, solo tienes que estar un paso en frente para guiarle a otro. Puede ser un niño o un joven que tiene más conocimiento de la biblia o que entiende mejor las practicas litúrgicas de la alabanza.

Todo nos va bien mientras que estamos presentes y que nos esforzamos en mejorarnos. Pero se requiere estas dos cosas. No se puede faltar ni uno ni el otro. Tenemos que estar presentes para aprender, para mejorarnos, para ver el ejemplo de los demás y aprender de ellos. Tenemos que asistir. Y cuando estamos, tenemos que esforzarnos. Tenemos que ser abiertos a la crítica de alguien para el mejoramiento del reino. No me puedo ofender si la gente me guie y me corrige. Estoy aquí para servir a Dios, y si otro se ve que me equivoco o que hay otra manera de hacer la cosa, debe decírmelo. Quizás será una persona menor, o con menos anos en la iglesia, pero se ve la cosa por lo que es, y de un querer de amor y amistad debe decírmelo. Y yo debo asistir a los entrenamientos para los voluntarios, que aquí en la iglesia son mejor nombrados—servidores de Dios. Si yo solo asistiera al Centro y me sintiera para verlos a los demás, pero no hiciera nada de trabajo—casi nada aprendo y de nada sirvo. Necesito invertirme en el trabajo. Asi es lo mismo en la iglesia. Si solo me pongo en la banca, pero no me invierto en el trabajo, casi nada aprendo y de nada sirvo. Nuestra presencia vale cuando estamos participando en el trabajo comunitario.

Y bueno, no todos podemos ser la jefa, ni los maestros, pero sí todos podemos hacer algo. Quizás sería una cosa que no parece tan importante—limpiando abrevaderos y sacando abono no son trabajos finos. No son lo que todo el mundo quiere hacer. Pero son tan importantes—si no limpiamos y damos de beber—se enferman los caballos o se mueren de sed—y así el trabajo no puede seguir. Entonces, aun lo más sencillo es importante, aun necesario. Todo trabajo vale. Todos somos necesarios en la obra. Pero tampoco nos podemos ver como irremplazable, como yo mi vi para el Centro. Sí somos importantes y necesarios—pero también tiene que seguir la obra—y si nosotros faltamos, van a encontrar a otro u otra que pueda hacer el trabajo. Y quizás cuando regresamos después de un tiempo, nos mandan a limpiar abrevaderos y sacer abono—empezamos con lo sencillo otra vez—pero vale el trabajo, y, con tiempo, nos usarán otra vez para ensenar, guiar, y ayudar en otras maneras.

El trabajo del centro es constante. Cada día hay trabajo por hacer. Y ellos me dejan decidir cada cuanto voy a asistir. Siempre necesitan a los voluntarios entonces si yo me voy cada dia, me ponen a trabajar cada día, y si solo voy una vez al mes, me ponen a trabajar. Pero si solo me ven de vez en cuando, no confían en mi, no saben todo lo que puedo hacer, ni me van a poner con un estudiante porque los estudiantes, por sus incapacidades, necesitan algo clave, alguien constante en la obra porque les ayuda mejorar mas. Entonces lo más en seguida que yo voy, mas puedo hacer. Es tan parecido en la iglesia. Aquí les dejamos decidir cada cuánto van a venir. Pueden venir todos los días—siempre hay trabajo por hacer, o pueden venir solo una vez al mes, todavía hay trabajo por hacer. Pero si te vemos solo de vez en cuando, no confiamos tanto porque no sabemos bien lo que puedes hacer, y por muchos trabajos necesitamos saber que vas a estar constantemente para cumplir con la clase o lo que sea. Entonces lo más en seguida que asistes, mas puedes hacer.

(Lee Romanos 12:3-8). Espero que saquen de este sermón, por lo menos, 2 cosas—1) que no debemos pensarnos más que somos y 2) que todos somos parte del cuerpo—el trabajo que hacemos es bien importante y lo mas que te esfuerzas lo mas que mejoraras y lo mas que podrás hacer. Dios nos ha llamado a la obra, y nos ha dado los dones, las capacidades necesarias para empezar y es la responsabilidad nuestra de esforzarnos, buscar enseñanzas, asistir a los entrenamientos, aceptar los consejos que nos ofrecen los sabios, e intentar adelantar el reino de Dios. Amen.

THE Center

Romans 12:3-8

Over the last year I have worked as a volunteer at THE Center. It is a horseback riding place that helps children with disabilities ride the horses as a form of therapy. Most weeks I spend about two hours in the morning doing whatever needs to be done. When I first began I spent my hours cleaning water troughs, scrubbing the muck, and then filling them, or scooping up the manure from the pens. After a few weeks, I was allowed to help with a few students. I learned the ropes by jumping in and doing it. I worked with a child who has severe Cerebral Palsy. He is unable to truly control his body. His head slumps and he only has minimal movement in his arms and legs because he lacks the strength. So when he rides the horse, he requires a person on each side to help hold him up, and to keep him on the horse. He also requires another person to lead the horse as he cannot control the reigns, and then there is also an instructor who facilitates the class.

As the weeks went by, I began working with other students as well, one with autism, a few others with mild cerebral palsy, and still others whose disabilities were not visibly identifiable. With time, I learned how to attend to muscle spasms, temper tantrums, and difficulties with thought process. When I don’t understand something, I have to ask. And sometimes, when I make a mistake, I get a friendly reminder, or even reprimand, from one of the other volunteers. I didn’t take offense at the corrections because I was there to help—and if that meant I needed to change the way I did things, then that was okay. I was there to help, yes. But I was also there to learn, to become a better volunteer in the process, to grow as a volunteer and make myself more useful and more valuable to the students at the center.

There is only a limited hierarchy. There is the boss—Sonya, and then there are 3 instructors. If they say something, it’s the rule. But then there are a whole host of volunteers—anywhere from 8-20 on a Saturday ranging in age from 8 or 9 to 60+. There are some volunteers with more horse knowledge, and some with more knowledge about the various disabilities. Many of the more knowledgeable folks are the young kids. They have been around horses for years, or they have worked at the THE center for years, and they know what to do and how to do it. It is not unusual for me to receive orders or instructions from someone 1/3 my age! And then there are other days where it feels like the blind leading the blind. Those are the days I am in charge of those cleaning stalls, or am the most knowledgeable volunteer around.

By the spring I had become a regular part of the Saturday routine. I worked with certain kids each week. People knew my name and generally knew my abilities. They plugged me in where they could use me. I felt comfortable there. Not only was I able to do something worthwhile, but I loved what I was doing AND I became one of the volunteers the instructors requested. They needed me. I no longer spent time cleaning stalls or water troughs. They wanted my help with the more important tasks. They requested my help for classes and asked about my absences when I had been out for a week. Then, with the busyness of the Lenten and Easter seasons, I was unable to be there for almost 2 months. I had informed them I would be out, lamenting my necessary absences, and promised I would be back as soon as I could.

Upon my return in late May, I was somewhat surprised that I wasn’t as important as I thought I had become. Other volunteers were being used to do the things I had been doing. Other people held up the kids, helped teach them, or monitored their improvements as they rode. Sure, the folks at THE Center still remembered me. They even welcomed me back with enthusiasm and they even still knew my name. But it was back to the pastures for me. Cleaning water troughs and shoveling manure. I was slightly miffed that I had been so easy to replace. I mean, I was important. They needed me. They requested me specifically for certain chores, and then in my absence, they found other people to do the same task. Thinking about it, this isn’t terribly surprising. What else would one expect? The show must go on. The students had not stopped coming and they still had the same needs when they rode. So whether I was there or not was not the most important factor. Sure, my presence had been missed, they had to train others to do those jobs, but I was not irreplaceable. What a blow to the ego!

So now what in the world does this have to do with you? Or with church? Or with the Bible? How do horses relate to our spiritual journey? As I thought about this situation, I saw many parallels to the Christian journey within the church. When we begin in the church we start with the simple things—we greet people, we bring a meal to a potluck, we say a prayer, or sing together with everyone else. We, hopefully, do the things that everyone else does. We just get our feet wet. We do the things that can’t really be screwed up, but that need to be done nevertheless. Then as we learn more skills, we may become a liturgist, a Sunday school teacher, a small group leader, a program coordinator, a committee chair, or anyone of the other tasks there are to do in the church. Sometimes we will take instruction from those who, by looks alone, would not pass as our “superior” but who obviously know more than we do. Other times, we will be the blind leading the blind, we don’t know much about prayer or about a bible verse, but we offer what we do know with the hopes of encouraging the growth of the other person.

And over time, we get better. We are able to do things that are more difficult. They give us more responsibility and more freedom. Sometimes our mentors are those younger than we are. We learn from those around us. They teach us lessons, they correct us when we do something wrong. They teach us new techniques, they remind us of the proper way to do things. By in large we are equal across the board. And yes, sometimes that will mean the blind leading the blind. Someone with only moderately more experience will be the one to teach us. But as some sage once said, you only have to be one step ahead of someone to lead them. It may be a child or youth who has had more exposure to the Bible or who understands the liturgical practices of Sunday worship.

Everything goes along fine as long as we are present and we try and better ourselves. But both of these things are necessary. You can’t leave out one or the other. We have to be present in order to learn, in order to improve ourselves, and to see the example of others and learn from them. We have to come to church. And then once we are here, we have to put forth the effort. We have to be open to critique for the betterment of the kingdom. I can’t be offended if someone guides me or corrects me. I am here to serve God, and if someone else sees that I have made a mistake or that there is a better way to do something, they should tell me. Maybe they will be younger than I, or have less experience in the church, but if they see something awry, out of love and Christian friendship, they should tell me. I should go to volunteer trainings, which in the church are better named servant of God trainings. If I were to go to THE Center and sit and watch everyone else, but didn’t do any work—I’d hardly learn anything and I wouldn’t be of any use to them. I need to invest myself in the work. It is the same in the church. If I just sit in a pew, but don’t invest myself, I hardly learn anything and I’m of no use. Our presence is valuable when we are participating in the work of the community.

Clearly, we can’t all be the boss, or the instructors for that matter, but we can all do something. Maybe it’ll be something that doesn’t seem all that important—cleaning water troughs and raking manure are not the finest jobs. They aren’t the jobs that everyone wants to do. But they are so important—if we don’t clean and fill water troughs—the horses get sick or they die of thirst—and the work can’t go on. So, even the most simple is important, it’s necessary. Every bit of work counts. We are all necessary in fulfilling the will of God. But we also can’t come to see ourselves as irreplaceable, as I saw myself for THE center. Yes, we are important and necessary—but the work must also continue—and if we aren’t there, the church is going to find someone else to do the work. And, maybe, when we come back after a time, they’ll send us to clean water troughs or rake manure—we begin again with the simple things, but the work we’ll do counts, and with time, they will use us to teach, guide, and help in other ways.

The work of THE Center is constant. Every day there is something to do. They let me decide how often I go. They always need volunteers, so if I go every day, they put me to work every day, and if I only go once a month, they still put me to work. But if I only go every once in awhile, they can’t rely on me. They don’t know what I can do, and they can’t put me with a student because the students, for their disabilities, need something firm, they need consistency so that they can improve. So the more often I go, the more I can do. All this is so similar to the church. Here we let you decide how often you want to come. You can come every day-there is always work to be done, or you can come just once a month—there will still be work to be done. But if we only see you every once in awhile, we don’t know what you can do, and for many ministries, we need to know that you will be here consistently to get the job done. So the more often you come, the more things you will be able to do.

“3 For by the grace given to me I say to everyone among you not to think of yourself more highly than you ought to think, but to think with sober judgment, each according to the measure of faith that God has assigned. 4 For as in one body we have many members, and not all the members have the same function, 5 so wee, who are many, are one body in Christ, and individually we are members of one another. 6 We have gifts that differ according to the grace given to us: prophecy, in proportion to faith; 7 ministry, in ministering; the teacher, in teaching; 8 the exhorter, in exhortation; the giver, in generosity; the leader, in diligence; the compassionate, in cheerfulness.”

I hope you take away two things from this sermon—1) that we shouldn’t think of ourselves as better than we are; and 2) that we are each a part of the body—the work that we do is very important and the harder we work, the more we will improve and be able to do. God has called us, and God has gifted us, so that we might begin the work and it is our responsibility to put forth the effort, to learn, to attend the trainings, to accept the advice of the wise, and to try and further the Kingdom of God. Amen.