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Valencia, California
Studying scripture and preaching the Word to draw us into deeper understanding and more faithful discipleship.

Saturday, July 7, 2007

Galatas 6:1-10
1 Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, si descubren que alguien ha pecado, deben corregirlo con buenas palabras. Pero tengan cuidado de no ser tentados a hacer lo malo.2 Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo. 3 Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo.4 Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás.5 Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta. 6 El que esté siendo instruido en el mensaje de Dios debe compartir con su maestro todo lo bueno que reciba. 7 No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado.8 Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna.9 Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo.10 Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo.

Cuando mi novio de la secundaria se graduó, uno de los que habló durante la ceremonia dijo, “No podemos orar aquí porque es una escuela pública, pero si yo orara, yo diría….” O sea, oró sin nombrarlo como oración. Lo llamó un discurso, pero fue la oración. Hoy, les voy a predicar, pero la predicación es como si fuera la carta de Pablo a nosotros hoy en día. La he amplificado y quiero que la escuchen como cartita para nosotros. Mejor dicho, si Pablo no escribiera una carta, así diría:


Amigos míos, si alguien ha pecado, los que han recibido del Espíritu deben restaurarle en el espíritu de humildad. Si hay alguien que tiene dificultades en seguir en el camino, deben ayudarle. Los que conocen bien cómo manejar los obstáculos del enemigo, deben ayudar a los demás. Y la ayuda que ofrecen no debe ser la del castigo. La ayuda debe ser humilde, debe venir del amor y de la gracia. La ayuda que ofreces debe venir de bondad y del querer compartir lo que has aprendido tú en tu propio jornada de fe.

Tengan cuidado que no sean tentados ustedes. Regresar en el camino donde está el otro a veces significa que vamos a pasar por los obstáculos que ya hemos superado, ¡tengan cuidado que no se caigan otra vez! Fíjense en el camino y la obra que tienen por hacer y no en los obstáculos que hay para distraerte. También, tengan cuidado que no sean orgullosos del poder ayudar, que están más adelantado en el camino. Tú no tienes más ni has caminado mas en las cosas de Dios por tu propio poder, solo lo has hecho por la gracia de Dios. No se caigan en la tentación de jactarse.

Hermanos y hermanas, cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ya que nos hemos bautizado en la iglesia de Cristo, nos hemos convertido a una parte del cuerpo—no somos separados ni aislados, somos unidos, y así cuando ayudamos al otro, ayudamos al cuerpo entero, aun, nos ayudamos a nosotros también. Acuérdense de que cuando ayudamos a los demás, estamos obedeciendo a las leyes de Cristo. ¿Qué fue la ley más importante? ¿La ley de todas leyes? San Mateo lo cuenta así: "Ama a tu Dios con todo tu corazón; es decir, con todo lo que piensas y con todo lo que eres"39 Y el segundo mandamiento en importancia es parecido a ese, y dice así: "Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo". (Mateo 22:38-39). Cuando nos ponemos a ayudar, cumplimos con la ley de Cristo—amamos al prójimo o a la prójima, y amamos a Dios.
Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo. Esto queda claro—como dijo Pablo en Romanos 5, según lo que vimos la semana pasada, no debemos creernos más alto que somos. Debemos vernos con humildad. Y en todos momentos, debemos acordarnos de que todo lo que hacemos, hacemos por la gracia del Señor.


Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás. A veces tenemos la tentación de compararnos con los demás, de sentirnos bien porque se ve que otra no va muy bien. Creemos que el fracaso del otro nos eleva a nosotros. Si otro está en este (bajo) nivel, y nosotros estamos en el otro (más alto), hay ocasión donde nos hemos visto mejor por estar en nivel más alto. Pero Pablo nos hace recordar que no debemos compararnos con los demás, pero con nosotros mismos.

El otro día, estaba cenando con mis padres y mi hermano. Mi padre nos preguntó: “¿Cómo se define la fe? Y ¿se puede decir que ‘yo tengo más fe que tú’?” Yo le di la definición de fe que viene de hebreos: “La fe es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo.” La fe define por la esperanza, por la seguridad en lo desconocido. Y yo creo que sí podemos decir que uno tiene más fe que otro, se puede ver en ciertos casos que una persona está más segura de lo que no se puede ver; que está más convencida de lo desconocido. Entonces, sí, se puede decir que tiene más fe, pero a la vez, debemos tener cuidado en decir algo así. No lo debemos decir por jactarnos ni para sentirnos importantes. Si vamos a comparar debe ser para elevar al otro y no a nosotros mismos, o si somos el o la con menos fe, debemos comparar no para sentirnos mal por lo que no hemos hecho o lo que no somos, pero para ver las posibilidades de la fe. Entonces, debemos examinarnos a nosotros para ver cómo vamos en nuestra relación con Dios, en nuestra jornada de fe.

Y cuando nos examinemos, debemos recordar que cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta. El hermano Ben no tiene responsabilidad por lo que he hecho. Ringo no tiene responsabilidad por las acciones de Carmen, ni Ashlee por las de Olvin. Cada uno tiene responsabilidad por sus propias acciones. Antes, les dije que debemos ayudarnos unos a otros, y es verdad. Pero ayudar no significa tomar la culpa por otro u otra. Ayudarnos unos a otros significa que debemos corregir, instruir, y guiar a los demás para que no pequen y para que crezcan en la fe. Pero cuando tiene que ver con nuestros hechos, debemos tomar la responsabilidad por lo que hemos hecho.

El que esté siendo instruido en el mensaje de Dios debe compartir con su maestro todo lo bueno que reciba. Debemos compartir las frutas con los que nos dan la fruta a nosotros, a los que nos alimentan con enseñanza. Debemos seguir sembrando buena semilla donde produce buen fruto. (pero una advertencia, no comparto esto para que me den a mi. Se lo digo porque es bueno entender que tenemos que cuidar y ayudar a los que nos ayudan a nosotros. No debemos olvidarnos de ellos.)

Hace más que un mes ya, estaba en el Starbucks escribiendo un sermón para el domingo. Me acercó un hombre y me saludó. Le saludé y le pregunté como estaba. Me dijo que estaba pasando por un tiempo difícil, que había tenido un accidente del carro y que no tenían dinero por comida ni para el hotel. Yo lo llevé a la iglesia para recoger comida del pantry y una tarjeta de Stater Brothers. También le di dinero para el hotel. El vino al culto el domingo y nos platicamos el miércoles siguiente. El miércoles cuando hablamos, me dijo que él y su novia tenían algo para la iglesia si podía pasar yo. Yo pasé por el hotel y me dieron un sobre. No lo abrí en aquel momento, solo les hablé y los llevé al banco. Allí me despidieron y yo me fui. Después, cuando abrí el sobre, había un cheque. Era escrito por mucho dinero, más que esperaba de esta pareja que ni siquiera podía comprar el desayuno una semana antes. Y con el cheque, había una carta que dijo—“Gracias por su ayuda. Nos apoyaron por una tormenta en nuestras vida y les agradecemos. Aquí les mandamos este dinero porque queremos sembrar buena semilla donde hay buena tierra.” Debemos ser como estos hermanos en la fe—sembrando en buena tierra para buena cosecha—dando a los que han dado a nosotros—haciendo todo para que Dios sea glorificado más y mas.

No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Fíjense que Dios sabe de todo. Si Dios sabe cuántos pelos tenemos en la cabeza, también va a saber lo que estamos haciendo. A veces, no sé por qué, creemos que Dios no sabe lo que está pasando. Creemos si no lo decimos a Dios, que Dios no lo va a saber.

Mi hermano tiene una perra que es bien listita. Y ella sabe si ha hecho algo mal. Y nos parece que ella cree que si no nos puede ver a nosotros, que nosotros tampoco podemos ver a ella. Entonces si hace una travesura, intenta no mirarnos para esconderse. Pero la vemos, sabemos lo que está haciendo. Así es lo mismo con Dios, a veces creemos que si no le miramos a Dios, no nos verá a nosotros, pero sí Dios nos ve y sabe lo que estamos haciendo. Entonces no debemos engañarnos, ni intentar engañar a Dios, porque no podemos engañarle a Dios. No podemos escondernos de Dios.

Cuando hacemos algo, debemos reconocer que cada uno cosechará lo que haya sembrado. No podemos cosechar manzanas del naranjo, ni naranja del manzano. Cosechamos de lo que sembramos. Manzano produce manzana y naranjo produce naranja, de tal manera que mal produce mal y bien produce bien.

Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna. Los pecados producen, de una manera, la muerte. O sea, la muerte es resultado de los pecados. Pero obedecer el Espíritu nos ofrece vida eterna. O sea, la vida eterna es resultado del seguimiento del Espíritu. Si queremos sembrar los pecados,si queremos seguir los deseos de la ternura, vamos a cosechar las consecuencias--la muerte. Pero si sembramos del Espíritu, vamos a cosechar las frutas del espíritu, vamos a tener las frutas de paciencia, compasión, humildad, gracia y más.

Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo. Entonces, no debemos cansar del trabajo porque si estamos sembrando lo bueno, el Espíritu, va a ver buena cosecha. Sí, quizás tardará más que esperamos, pero sí habrá cosecha de Dios. Si hacemos más bien, más frutos del Espíritu Dios nos regalará. Pero los regalos de Dios vendrán en el tiempo Kairos—no en el cronos—que es marcado por el reloj—el Kairos es el tiempo de Dios y así es más allá de la comprensión nuestra. No podemos saber cuando será—pero confiamos, tenemos fe, en que Dios va a cumplir con su palabra—va a ofrecer buena cosecha.

Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo. Como ya hemos visto, los que tenemos al espíritu tenemos la posibilidad de ayudar a los que han caído a la tentación. Tenemos la capacidad de ayudar a los demás y en ayudar, estamos cumpliendo con las leyes de Cristo—las leyes de amor. Y sabemos que lo que sembramos, cosecharemos—entonces en todos momentos debemos sembrar lo bueno para luego cosechar el buen fruto.

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