Romanos 12:3-8
Por el último ano, he trabajado como voluntaria en El Centro. Es un lugar donde usan los caballos por terapia por los niños incapacitados. Casi todas las semanas, yo paso 2 horas por la mañana los sábados haciendo lo necesario. Cuando empecé, lo que hacía fue limpiar el abrevadero, sacar la mugre, y llenarlos de nuevo, o limpiaba el abono de los pastos. Después de unas semanas, me permitieron trabajar con los estudiantes. Aprendía lo básico solo por hacerlo. Trabajaba con un niño con parálisis cerebral severo. No tiene poder de su propio cuerpo. Su cabeza cuelga del cuello, y no tiene la fuerza para mover los brazos y las piernas mucho. Entonces, cuando monta el caballo, requiere que haya una persona a cada lado para mantenerlo en el caballo. También requiere que haya una persona que guie el caballo, y también hay un maestro que facilita la clase.
Después de unas semanas mas, empecé a trabajar con otros estudiantes, uno con autismo, unos otros con parálisis cerebral poco severo, y otros que tienen dificultades que no se puede nombrar por la vista. Con tiempo, aprendí a atender a los espasmos de los muslos, las pataletas, y otras dificultades del pensar. Cuando no entiendo algo, tengo que preguntar. Y a veces, cuando fallo, me hacen recordar o aun me reprochan, los otros voluntarios. No me ofendo por sus palabras porque estoy allí para ayudar—y si significa que necesito cambiar mis acciones, esta bien. Estoy allí para ayudar, si. Pero también estoy para aprender, y para mejorarme como voluntario, y para hacerme mas capaz y poder ayudar más a los estudiantes al Centro.
Hay jerarquía limitada. Hay la jefa, Sonya, y hay 3 maestros. Si ellos dicen alguna cosa, es la regla. Pero también hay un montón de voluntarios—tienen de los 8 hasta los 60 y pico años de edad. Algunos tienen más conocimiento de los caballos, y otros con mas conocimiento sobre las incapacidades. Muchos de los sabios son niños. Ellos llevan años con los caballos o años trabajando allí al Centro, y saben que y como hacer las cosas. No es anormal que recibo órdenes o instrucción de un niño con apenas 10 anos. Y hay otros días que se siente uno que somos los ciegos guiando a los ciegos. Estos son los días que yo superviso a los que limpian los pastos, o que yo soy la voluntaria con más conocimiento.
Ya a la primavera yo era parte normal de la rutina de los sábados. Trabajaba con ciertos niños cada semana. La gente me conoció por nombre, y generalmente por las capacidades que tengo también. Me usaron donde podían. Me sentía bien allí. No solo pude hacer algo que valía la pena, pero me encantaba lo que hacía Y me convertí en una de las voluntarias por la cual pidieron los maestros. Me necesitaban. Ya no pasé la mañana limpiando los pastos. Me quisieron por trabajo más importante que parecía más importante. Me pidieron ayuda por las clases y me extrañaron cuando no estaba. Después, con las cosas de la cuaresma y la pascua, ya no pude ir. Por casi 2 meses no fui. Les había dicho que no iba estar, lamentando mi propia ausencia, y les prometí que regresaría tan pronto como pude.
Cuando regrese en mayo, me sorprendió que no yo era tan importante como había creído. Los otros voluntarios estaban haciendo lo que había hecho yo. Otra gente les mantenía a los estudiantes, ayudaba ensenarlos, o los miraban en el progreso. Claro, la gente se acordó de mi, aun se acordaron de mi nombre. Pero me mandaron a los pastos otra vez. Me dieron la bienvenida con entusiasmo, pero otra vez tenía el trabajo de limpiar los abrevaderos y sacar el abono. Me disgustó un poco que fue tan fácil encontrar otro para mi puesto. Es decir, yo me había sentido importante. Me necesitaban. Pidieron por mi específicamente y después, en mi ausencia, encontraron a otros que pudieron hacer el trabajo. Al pensarlo bien, no es una sorpresa. Que iban hacer? Tenían que cumplir con el trabajo. Los estudiantes seguían yendo y todavía necesitaban ayuda para montar el caballo. Entonces, si estuviera yo o no, esto no fue la cosa más importante. Claro, me extrañaron, pero tenían que entrenar a otros para hacer lo mismo. Yo no fue irremplazable. ¡Qué pena!
Ahora bien, que tiene esto que ver contigo? ¿o con la iglesia? ¿o con la biblia? Como se relaciona los caballos con la jornada de fe? ¿Qué te dice a las preguntas teológicas? Mientras que pensaba en esta situación, yo vi muchos paralelos a la jornada cristiana dentro de la iglesia. En primer lugar, todos empezamos al mismo nivel. Cuando empezamos en la iglesia, empezamos con lo sencillo. Los saludamos unos a otros, traemos una comidita, oramos, cantamos juntos con los demás. Nosotros hacemos las cosas que todos hacen. Empezamos paso por pasito. Hacemos las cosas que no se puede hacer mal, pero que hay que hacer. Después, mientras que aprendemos más habilidades, quizás seremos la liturgista, ensenaremos la escuela dominical, seremos el o la líder de un grupo pequeño, coordinamos un programa, o seremos parte de un comité. A veces nos instruye una persona, que por la edad no es mayor, pero de todos modos sabe más que nosotros. En otras oraciones, seremos como los ciegos guiando a los ciegos, no sabemos mucho de la oración o de la biblia, pero ofrecemos lo que sí conocemos con la esperanza de que le ayudará a la otra persona.
Y con tiempo, nosotros nos mejoramos. Ya podemos hacer cosas más difíciles. Nos dan más responsabilidad y mas libertad. A veces nuestros mentores son los que son más jóvenes que nosotros. Aprendemos de los que están alrededor. Nos ensenan, nos corrigen cuando nos equivocamos. Nos ensenan herramientas nuevas, y nos hacen recordar de la manera correcta de hacer la cosa. Por la gran parte, somos iguales. Y si, a veces somos los ciegos guiando a los ciegos. Alguien con solo un poco más experiencia que el otro será la que nos enseña. Pero, como dijo un sabio, solo tienes que estar un paso en frente para guiarle a otro. Puede ser un niño o un joven que tiene más conocimiento de la biblia o que entiende mejor las practicas litúrgicas de la alabanza.
Todo nos va bien mientras que estamos presentes y que nos esforzamos en mejorarnos. Pero se requiere estas dos cosas. No se puede faltar ni uno ni el otro. Tenemos que estar presentes para aprender, para mejorarnos, para ver el ejemplo de los demás y aprender de ellos. Tenemos que asistir. Y cuando estamos, tenemos que esforzarnos. Tenemos que ser abiertos a la crítica de alguien para el mejoramiento del reino. No me puedo ofender si la gente me guie y me corrige. Estoy aquí para servir a Dios, y si otro se ve que me equivoco o que hay otra manera de hacer la cosa, debe decírmelo. Quizás será una persona menor, o con menos anos en la iglesia, pero se ve la cosa por lo que es, y de un querer de amor y amistad debe decírmelo. Y yo debo asistir a los entrenamientos para los voluntarios, que aquí en la iglesia son mejor nombrados—servidores de Dios. Si yo solo asistiera al Centro y me sintiera para verlos a los demás, pero no hiciera nada de trabajo—casi nada aprendo y de nada sirvo. Necesito invertirme en el trabajo. Asi es lo mismo en la iglesia. Si solo me pongo en la banca, pero no me invierto en el trabajo, casi nada aprendo y de nada sirvo. Nuestra presencia vale cuando estamos participando en el trabajo comunitario.
Y bueno, no todos podemos ser la jefa, ni los maestros, pero sí todos podemos hacer algo. Quizás sería una cosa que no parece tan importante—limpiando abrevaderos y sacando abono no son trabajos finos. No son lo que todo el mundo quiere hacer. Pero son tan importantes—si no limpiamos y damos de beber—se enferman los caballos o se mueren de sed—y así el trabajo no puede seguir. Entonces, aun lo más sencillo es importante, aun necesario. Todo trabajo vale. Todos somos necesarios en la obra. Pero tampoco nos podemos ver como irremplazable, como yo mi vi para el Centro. Sí somos importantes y necesarios—pero también tiene que seguir la obra—y si nosotros faltamos, van a encontrar a otro u otra que pueda hacer el trabajo. Y quizás cuando regresamos después de un tiempo, nos mandan a limpiar abrevaderos y sacer abono—empezamos con lo sencillo otra vez—pero vale el trabajo, y, con tiempo, nos usarán otra vez para ensenar, guiar, y ayudar en otras maneras.
El trabajo del centro es constante. Cada día hay trabajo por hacer. Y ellos me dejan decidir cada cuanto voy a asistir. Siempre necesitan a los voluntarios entonces si yo me voy cada dia, me ponen a trabajar cada día, y si solo voy una vez al mes, me ponen a trabajar. Pero si solo me ven de vez en cuando, no confían en mi, no saben todo lo que puedo hacer, ni me van a poner con un estudiante porque los estudiantes, por sus incapacidades, necesitan algo clave, alguien constante en la obra porque les ayuda mejorar mas. Entonces lo más en seguida que yo voy, mas puedo hacer. Es tan parecido en la iglesia. Aquí les dejamos decidir cada cuánto van a venir. Pueden venir todos los días—siempre hay trabajo por hacer, o pueden venir solo una vez al mes, todavía hay trabajo por hacer. Pero si te vemos solo de vez en cuando, no confiamos tanto porque no sabemos bien lo que puedes hacer, y por muchos trabajos necesitamos saber que vas a estar constantemente para cumplir con la clase o lo que sea. Entonces lo más en seguida que asistes, mas puedes hacer.
(Lee Romanos 12:3-8). Espero que saquen de este sermón, por lo menos, 2 cosas—1) que no debemos pensarnos más que somos y 2) que todos somos parte del cuerpo—el trabajo que hacemos es bien importante y lo mas que te esfuerzas lo mas que mejoraras y lo mas que podrás hacer. Dios nos ha llamado a la obra, y nos ha dado los dones, las capacidades necesarias para empezar y es la responsabilidad nuestra de esforzarnos, buscar enseñanzas, asistir a los entrenamientos, aceptar los consejos que nos ofrecen los sabios, e intentar adelantar el reino de Dios. Amen.
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