Casi siempre anhelamos esperanza. Anhelamos promesas. Necesitamos saber que las cosas nos van a salir bien. Necesitamos saber que la guerra cesará, que los matrimonios reconciliarán, que los niños dejarán de ser traviesos, que las enfermedades curarán, que se encontrarán trabajos. Necesitamos saber que hay algo más que prueba, dificultades, pleitos, e ira. Hay que haber algo más.
Muchas veces miramos al mundo y hacemos una lista de nuestra peticiones—por los dueños de trabajo que no son éticos, por los políticos corruptos, por los países quebrados por Guerra, por los huérfanos, por los refugios, por los deportados, por los con SIDA, por los con cáncer, por los que no reciben educación, ni cuidado médico, ni agua fresca, por los víctimas de abuso y violencia. Se puede añadir más y más y más. Nuestro tiempo de oración empieza pesar y de ser una carga por los problemas del mundo. Aun, por el peso de nuestros propios problemas. Necesitamos esperanza. Necesitamos algo que podamos agarrar para que no se oscurezca tanto, para que no sea deprimente.
Yo creo que la mayoría de nosotros hemos experimentado esta oscuridad—depresión, aislación, nadie con quien hablar, aflicción, perdida de un trabajo, falta de cuidado medico, enfermedad, dolor, relaciones quebradas, traición, divorcio, el rechazo. De una manera u otra, la oscuridad ha amenazado consumirnos. Para algunos solo han sido unas horas, por otros la noche larga y oscura amenaza no ofrecer el amanecer, o para otros el dolor ha sido tan grande que nos quitó el aire, aun el querer vivir.
Es en aquellos tiempo que anhelamos una operación de rescate. Necesitamos que los soldados de esperanza nos lleven. Anhelamos que el hombre vestido en azul y rojo vuele y nos agarre y nos lleve al paraíso. Nuestro corazón llama al caballero para que luche en contra al señor oscuro.
Es en estos momentos que nuestro corazón grita en las palabras del salmista, “Hasta cuando Señor?” Y lo más increíble es que Dios nos escucha el grito. Dios responde, “No mucho, mijo, estoy contigo.” Dios viene para conquistar a la oscuridad.
Juan 12:44-46 dice, “El que cree en mi—clamó Jesús, con voz fuerte--, cree no solo en mi sino en el que me envió. Y el que me ve a mi, ve al que me envió. Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mi no viva en tinieblas.” Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mi no viva en tinieblas.
Jesucristo es la luz. Brilla aun por lo más grave de circunstancias. Aun cuando nos consume la oscuridad, su luz esta allí para iluminarnos. Aun poca luz hace una diferencia.
Bueno, el problema es que muchas veces esperamos al superheroe. Queremos que alguien venga en caballo o vuele con fuerzas no-humanas y ponga todo en orden. Y yo creo, de cierta manera, que también fue lo que esperaban los Israelitas del siglo uno—querían un Goliat de los suyos que pudiera conquistar a los Romanos e iluminara a la tierra prometida. Y, parece que si Dios puede poner en moción el mundo, y coordinar el nieve y el sol, y soñar de los dinosaurios a las mariposas, Dios debe tener poder para crear un líder fuerte y bueno que pueda poner las cosas en orden, ¿verdad?
Pero Dios no lo hizo así. Dios es el tipo que disfruta las sorpresas. Tenemos que esperar lo inesperado. En vez de un gigante listo a conquistar el mundo, Dios mando un infante. En vez de un líder poderoso, Dios mando un siervo humilde. En vez de un hombre volando con fuerzas no humanas, Dios mando alguien a colgar en la cruz. Y si somos honestos, tenemos que admitir que Jesús no es el héroe que esperamos. Es humilde, dócil, y relaciona con todos los malos. Si lo comparamos con el Hulk, no es mucho, y aun si lo ponemos al lado del gobernador de California, no nos parece mucho.
Pero no importa cómo nos parece, Jesús gana. El dócil, el humilde gana y su luz brilla por la oscuridad. Este humilde carpintero conquista la muerte. La sangre de este hombre es más fuerte que cualquier dictador, cualquier criminal, cualquier obsesión, cualquier adicción. La fuerza del hijo crucificado es más fuerte de toda oscuridad.
La pega es que tenemos que blandir este poder. Cristo hizo el trabajo de redención. Lucho contra el maldad, y cerró la puerta a la muerte—todas estas cosas son verdaderas. Pero para que el amor y la compasión, la luz y la esperanza conquistan a los problemas de este mundo, tenemos que llamara al nombre de Cristo vivo, tenemos que renunciar al pecado, tenemos que pedir la unción del Espíritu Santo, y tenemos que permitir la luz de Cristo, que brilla de nosotros, que penetre las tinieblas. El poder de Cristo es tremendo, y tenemos que utilizarlo, tenemos que compartirlo para que la oscuridad no permanezca.
Piénsalo así: imagínate la capilla bien oscuro. Oscurísimo. Y después enciende una vela—comparte luz, tiene una sombrita, y con su luz, podemos ver algunos de los detalles. Y mientras mas y mas gente comparten la luz, y otros invitan a Cristo a su vida, crece la luz—podemos ver con más claridad, podemos ver colores, como los colores son un reflejo de la luz. Para que la luz crezca, para que la luz brille suficiente para eliminar la oscuridad, tenemos que compartirla.
Yo se que el lenguaje de oscuridad nos incomoda a algunos. Y decir que hay gente en la oscuridad, aun más. Queremos que el poder de Dios, la luz y el amor de Dios se enfrenten con todo mal. Queremos saber que Dios esta con todos aun en la oscuridad mas fuerte antes de que se comprometan a Cristo. Y, de muchas maneras, Dios está con ellos, por su gracia preveniente, y por su presencia encarnada en el mundo. Pero también sabemos que la invitación para que Cristo viva en nuestras vidas cambia algo. Somos renovados, somos perdonados, y podemos descansar en la seguridad de Dios. Podemos ayudar a los necesitados no porque nos beneficie a nosotros, pero porque el amor de Cristo nos empuja a acción de compasión.
Por los de nosotros que crecimos en la iglesia o aun los que han sido cristianos por anos—todas estas cosas son obvias y asumimos que todos conocen el perdón, que todos dan por compasión, que todos descansan en la esperanza y la promesa de Dios. Pero hay gente que todavía no conoce a la luz. Hay gente tan cargados con ira, dolor, resentimiento, y miedo que la oscuridad les consume y no saben de donde vendrá la esperanza.
Pero nosotros sí sabemos. Sabemos que la esperanza viene de este niño, nacido en una cuadra, que crece para colgar de una cruz. Sabemos que tenemos esperanza porque Cristo conquisto la muerte y venció la oscuridad. Tenemos la promesa que los problemas de este mundo pueden ser vencidos. Pero los problemas del mundo no serán vencidos si nosotros nos sentamos y no hacemos nada. Los problemas de este mundo solo serán vencidos si clamamos a Cristo, actuamos con su amor, damos de bondad a los necesitados, perdonamos a nuestros enemigos, pedimos sanidad por las heridas, y compartimos la luz. Tenemos que ser las manos y los pies en este mundo. Tenemos que ser los agentes de Dios que hacen una diferencia y no esperarle a otro que la haga. Cristo ya hizo el primer paso, Cristo ya lo hizo posible, y tenemos que usar el poder que nos dio en el bautismo para brillar en este mundo. Que conquistemos la oscuridad. Que la luz de Cristo brille para siempre. Que el mundo sepa que hay esperanza. Que nos acordemos nosotros, en los tiempos de oscuridad, que Cristo es la luz y en el no hay oscuridad y con él se puede eliminar la oscuridad a nuestro alrededor. Amen.
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